Cada palabra una ceniza blanca, 6º número de la colección "Poética y Peatonal"
Tengo la sensación de
que cuando pinto la obra de los poetas que me la confían para este
proyecto acabo hablando de mí. Cuando la leo, la interpreto. Cuando
la pinto, la interpreto. Y, ya sabemos, el que interpreta se
interpreta.
A veces me gustaría ser
el otro. Debería ser el otro. Pero no, no soy capaz todavía.
Trabajando sobre los
textos de Cada palabra una ceniza blanca ha ocurrido lo mismo,
desde luego, pero me he sentido mucho más mezquino que otras veces.
Y más pequeño.
Es un libro tan callado,
tan íntimo, tan expuesto, que pintarlo se ha parecido más a una
profanación que a un juego cómplice.
El temblor, la tensión,
han estado. La emoción ha estado.
Faltó algo: la
melancolía en Olga es luminosa, la mía no.
La fragilidad de Olga es
generosa.
Su honestidad intelectual
es desinhibida. Desinhibida no quiere decir explícita. Quiere decir
expuesta.
Y yo donde leo dolor,
pinto rojo...
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