Más allá también hay dragones, décimo tercer título de la colección Poética y peatonal
No se me ocurren muchos
momentos más ilusionantes para un artista que presenciar el
nacimiento de otro. Y justamente esto es lo que está pasando con el
advenimiento de Más allá también hay dragones: estoy siendo
testigo del nacimiento del poeta Santiago Molina Martín.
Cierto es que él escribe
desde hace mucho, que lo hace con la constancia del artesano y la
adultez que le confieren sus años pero hasta hoy su tarea no estaba
completa siendo que a su obra le faltaba el soporte del libro.
Y si no se cierra ese
círculo virtuoso con la obra impresa; sin que medie un tercero -en
este caso un editor minúsculo, pero editor interesado-; sin un
público ajeno e incierto, es que algo estaba faltando hasta hoy. Y
ahora que se clausura el círculo: habemos poeta.
Llevo muchos años -tal
vez demasiados- inmerso en el mundo de la edición, tantos como para
adormecerme las sorpresas. Sin embargo en este caso me he vuelto a
sentir cercano y cómplice gracias a la indescriptible generosidad de
Santi Molina. Me ha entregado su obra con el “consentimiento del
paciente”. Para que la explore, para que la destripe, para que
juegue con ella. Con la generosidad de la inocencia y el compromiso
de un artista mayor.
No quiero opinar sobre
este libro, no quiero opinar sobre lo que, además, he decidido
pintar. Allí están ambos, libro y pintura, para que otros sean
quienes expresen opinión. Es lo que corresponde, creo.
A mí lo que me
corresponde es callar. Leer y callar.