A secas (antología de aforismos y poemas), vigésimo segundo título de la colección Poética y peatonal.
Imagino que ella guarda una aguja, un carrete de hilo negro de
seda, el espejito roto de una casa de muñecas, el diente de leche de
un conejo o quizás de un cabrito o de un cordero. Guarda arenas de
los cinco continentes cada una en su bolsita de piel de ante sobada a
mano y cosida con tiento de corzuela por manos mansas, antiguas y
pequeñas.
El
rastro de un poema escrito con tinta roja en un diminuto trozo de
pergamino. Un afilado cortapapeles de marfil rematado por una lupa de
cristal biconvexo, un pañuelo de hilo bordado y dentro del pañuelo
un camafeo de cerámica basta como premio de feria.
Todo
dentro de una caja de madera de cedro del Líbano o de la Cordillera
de los Andes. Un cofre de perfectos encastres encolados por ebanista
amante sabedor de su oficio. Una caja sin barnices patinada por el
tiempo y las caricias contra el pecho.
Pero
no lo sé. Me lo parece.
Como
me parece que yo tengo un caballo.
Ella
es quien dice: El arte se desvía para alcanzar el centro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario